Thursday, March 05, 2009

Su voz se va a pito de nuevo

¿De nuevo? De nuevo. Ultrasonido para ecolocalización, ¿un registro para delfines? Los oídos le hacen una rebelión al cerebro ¡queremos renunciar a nuestra razón de ser! ¡Queremos ser narices! ¡Lenguas! ¡Manos! Pugnan por la independencia contra la denominación sensorial. De la boca sale corregido: dominación sensorial. El cerebro mussoliniano no sucumbe, y le ordena a la mano que tome la copa de vino y la empine directo hacia la garganta ¡Sin dudarlo mierda! Le arroja imprecaciones apáticas y agrega: ¡Fondo blanco soldado! Después del trago, después del “soldado” oído por los oídos indóciles, la boca sonríe. Los oídos escuchan: ah te causó gracia. La boca insidiosa, lafaringe-cuerdas-globales responde: no para nada, continuá por favor con el relato. El cerebro hierve internamente y antes de escudriñar, tira ésta: escuchen manga de sentidos inútiles, presten más atención, esto es una vergüenza, será del cielo tanta zarabanda. A ver: ¿por qué me mira con esa cara? ¿Qué cara? Esa. ¿Cuál? De repente se puso seria la cara. Estoy escuchando nada más. Tiene un cariz burlón. ¿Prefiere que ponga cara de protozoo, la eucariota unicelular que vive en el agua? ¿Alguien dijo vómito? ¿Se ha hablado de zoológico? Y ahí su voz se va a pito de nuevo. Cada vez que asoma el entusiasmo, la normalidad de su tono se raja por la ventana. En el oído: reclamos que van del martillo al hipocampo, esto es una barbaridad señores. La boca gesticula y larga: por qué cuernos no me ordenará tomarme una dosis de cicuta. El cerebro no da bola, sin embargo le ordena a la voz que haga eso que hace cuando se va a pito, y solicita: dígale a la producción que mande una tos como para cortar un poco. No nos da el presupuesto, señor. Oh, estamos perdidos. Los sentidos suspiran desahuciados.

Le Experimenté



Colgó el teléfono tan entusiasmada con la idea, que largaba una carcajada con cierta herencia infantil que sonaba como el impacto de un chasquibun en el piso. La alternaba con un compulsivo rebote del lápiz negro contra el escritorio de su oficina. Sólo a ellos se le podría haber ocurrido tal cosa y sólo ellos podrían seguirle la corriente sin siquiera preguntarse si valía la pena. O lo que es peor, alentando a la consumación indefectible del hecho bajo el pretexto siempre conveniente de: “si lo vamos a hacer, hagámoslo bien”. Ocho sujetos se aventuraron ese sábado de 32 de térmica, ni un gramo de sombra (como si fuese que la sombra se midiera en kilos) en cuatro variantes por no decir combinaciones letales corriendo diversos riesgos que a continuación y enseguida van a ser aclarados. Pero todo se había calculado con fineza, una persona se mantendría exenta del experimento, de manera que pudiera documentar todo llegado el caso de que los participantes murieran súbitamente, lo cual realmente era una posibilidad por no decir probabilidad poco remota. La idea era que documente de manera escrita si se retorcían en el césped unos minutos, pataleando como respuesta a un estímulo nervioso que clausuraría algo en el cerebro y luego el paf, los ojos completamente blancos, una espuma rosada que afloraría por la boca, el último latido y en sus cejas, el gesto de haber logrado la respuesta. El/la docuementador/a caminaría cuidadosamente entre los cadáveres para valerse de los últimos detalles, corroboraría los pulsos, las últimas exhalaciones de aire y como se suele hacer en los desfiles de la necrosis, detendría el tiempo marcando la hora de la apóptosis, ese momento inconfundible en que se produce la muerte celular. Es sabido en disciplinas como la medicina avanzada que La Combinación (que se detallará más adelante) produciría cambios bioquímicos en una célula y ésta decidiría su propia muerte. Como si se tratara de un suicidio celular, se autodestruiría en pequeñas vesículas que serian fagocitadas por los macrófagos y fluirían por los vasos sanguíneos provocando el deceso. El informe llegaría a las autoridades y familiares pertinentes, se escribiría el best seller, se venderían los derechos a la Metro Golden Mayer y se haría la película. Habiendo planeado todo, dispuestas las herramientas, ese sábado de 32 de térmica se produjo por fin, el experimento.

Ficha Técnica:
Objetivo principal: Someterse a La Combinación de la ingesta de vino y sandia de manera simultánea, desafiando al mito urbano que predice una muerte instantánea.
Objetivos supeditados: Someterse a las combinaciones de otros factores tratando a su vez de erradicar o probar la veracidad del mito por el que son sostenidas.

Combinaciones (en orden de importancia)
Vino Tinto + Sandia
Asado + Pileta (en plena digestión)
Vino Tino + Pileta
Sandia + asado
He aquí las cuatro combinaciones por las que han pasado los participantes del experimento alternando factores climáticos como “el sol” y “la sombra”. Además se han consumido dos tipos de vino (Tierra Franca de reconocida calidad y Viejo Indómito de menor prestigio).

Preliminares
Quién suscribe, la documentadora, hace constar que seis personas han experimentado las combinaciones descriptas arriba (Nota: de ocho han participado seis, la documentadora y una menor de edad -para evitar problemas legales- han quedado fuera del ejercicio), el pasado sábado 18 de Febrero de 2006. Se ha hecho referencia anteriormente a factores climáticos de importancia no menor como son el sol (y la presión de radiación causada por el flujo de fotones emitidos) y la sombra (más conocida como región de oscuridad adonde la luz es obstaculizada y por lo tanto anulada).

Participantes:
Alita: Come sandia/ Vino Tierra Franca/ Sombra/ No pileta.
Sapo: Come sandia/ Vino Tierra Franca/ Sol/ Si pileta.
Laura: Come sandia/ vino Viejo Indómito/ Sombra/ No pileta.
FF: Come sandia/ Vino Viejo Indómito/ Sol/ Si pileta.
MBC: Come sandia/ Mezcla de los dos vinos/ Sombra/ No pileta.
Pablo: Come sandia/ Mezcla de los dos vinos/ Sol/ Si pileta.

Informe:
Los participantes se mantienen inmutables sosteniendo con una mano el pedazo de sandia y con la otra el vaso con el elemento etílico. Sapo, refrescado por la pileta, intenta bajar los trozos de la fruta con sorbos de vino. Los ojos como canicas se pasean de reojo expectantes para ver si alguno palma.
-Estos son los sacerdotes conservadores que no querían que la gente disfrute, por eso inventaron el mito –Sucede, la primera teoría a cargo de uno de los motivadores del desafío, Sr. FF -Las semillas se escapan de las bocas como si se deslizaran por un tobogán encerado.
-La sandia es una fruta barata porque es una plaga en los campos de arroz de Corrientes –La segunda -El vaso de vino recibe los rayos del sol y comienza a calentarse, por poco no se vuelve efervescente. Sapo anuncia que está viendo “cosas difusas” (sic).
-La Iglesia abolió lo que más disfruta el ser humano: sandia más vino tinto -La repetición, es quizás, un síntoma claro que marca el comienzo de un viaje abominable hacia la indigestión.
-Somos afortunados, cuatro Water Close para seis personas, digo, por si los efectos de La Combinación no son otros que la efervescencia de la lombriz africana –Agrega Pablo.
FF termina con su primera etapa. Superada su condición general se comienza a notar una desviación ocular que indicaría un pronto tratamiento médico con oclusión y corrección quirúrgica si se tratara de un caso de estrabismo, pero claro, padece los efectos de La Combinación.
-Si yo me muero –dice Alita -dejo una herencia de dos entradas de alto valor para los recitales del corriente mes –El comentario genera una sonrisa en la documentadora, quién planea silenciosamente ahogar a la menor de edad (en adelante MDE) en la pileta, única testigo, apelando a un mítico y literario golpe de calor para quedarse con los valiosos tickets de los conciertos.
-Le crecieron los pelos en el pecho y la espalda FF –Otro signo de los primeros efectos de La Combinación es el abandono de la tutería, ahora todos se tratan de usté. MBC se sirve más vino y demuestra su valentía en el proceso, gran coraje el de ésta mujer.
-Creo que mis glóbulos blancos están bajando –Sapo trata de encontrar una explicación científica a las consecuencias corporales del elixir. Laura, se mantiene callada y concentrada en el procedimiento, lo ha tomado con tanta seriedad como la que se merece el ejercicio.
-Ni gases tengo –Detalles pintorescos en boca de FF y agrega: –Estoy cien puntos. La sandia es un vehículo hasta el alcoholismo, es una verdad absoluta –Tercera teoría.
-Me siento flotando en el aire –Sostiene Pablo, los participantes le indican que La Combinación nunca puede tener efectos alucinógenos tales... ¿o sí?
-¿O sí? –se pregunta FF mientras le habla a una palmera. La MDE lo toma por la espalda y lo vuelve a su asiento –Si quiere caca avise abuelo, hay como cuatro Water Close.
-Le estoy hablando a esa señora, déjeme.
-Me siento sucia –Alita comienza a refregarse sus manos llenas del almíbar de la fruta en su cara, se le pegan los pelos fastidiándola. Sapo ha tirado la botella de Viejo Indómito en la piscina y ha logrado el vino flotante. Lo celebra.
-Siento los ruidos del estómago cada vez más fuertes –MBC comienza a correr cubriéndose los oídos y contando hasta diez.
-Yo tengo la panza pesada, creo ver que se me ha extendido hasta tocar el piso. ¿No ven que la estoy arrastrando? Hasta puedo peinar el pasto con mi ombligo –El joven Pablo alucina, se pasea por el parque con dos ojos de huevo sin poder creerlo, se tira al césped y se arrastra como invertebrado.
-Hice pis con un color rosado -FF le cuenta a la palmera –Como si hubiese comido remolacha o algún otro tubérculo de esa índole –Se pone un corcho en la oreja y continúa -Soy producto del consumo sandinista: vino y sandia.
-¡1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10! –MBC pega alaridos tratando de no atender a los ruidos de su estómago. Con una mano en la panza y la otra en el oído derecho, grita y grita.
-¡Los pelos se me pegan en las mejillas, en los ojos, en la nariz y en los labios! ¡Me estoy volviendo loca! –Vocifera Alita.
Pasada una hora y treinta y cinco minutos de La Combinación, el primero cae al piso. Se trata de Sapo, su vista desorbitada se pronuncia por la ambliopía del ojo izquierdo. MBC pasa al silencio absoluto, yace en la hierba entrando en un estado profundo de pérdida de conciencia. Alita, cuyos miembros superiores no dejaban de temblar, se recuesta en la silla y deja caer con violencia su nuca hacia atrás. Se supo que la afectó una hipoxia, su cerebro fue privado de oxígeno a pesar de haber tenido un flujo de sangre normal. Pablo, con algunos rasguñones en su torso, se paraliza boca abajo descompuesto por la intoxicación, repitiendo “cuatro water close, cuatro water...”
Laura fiel a su conducta pacífica, no demuestra agonía. Si uno se imaginara su muerte ideal algún día, las coincidencias de que fuese como la de ella serían significativamente altas. Por último, FF su orina reflejaba una temprana pero veloz hiperplastía prostática a ese momento indeterminable su condición benigna o maligna, curable solo por la ingestión de ciruelo africano o polen de centeno, elementos lejanos en este contexto donde sólo habían semillas negras, algunas blancas y blandas y vasos vacíos de uva fermentada.

A kilómetros de distancia, un mes exacto después, un hombre sacude, entusiasmadísimo, su lápiz negro contra el escritorio de su oficina, mientras con la otra sostiene un fax cuyo papel todavía está tibio. El tipo lanza una carcajada y se reclina en su sillón giratorio, ergonómico y de cuero color rubí. Sus ojos se asoman por arriba de sus anteojos con aumento. Su lápiz ahora rasca su bigote. Se reincorpora y presiona un botón de su teléfono para conferencias.
-Please call the editor, ¡we have the best seller of the year! –Nuevamente lanza una carcajada que deja entrever el brillo de una funda dorada en un premolar.
Mientras tanto, un asado es llevado a cabo en Bella Vista, un nuevo mito está por ser desafiado, un brindis se apresura y ocho personas levantan su vaso. Se reparten los roles, los participantes, el/la documentador/a y la testigo MDE. Comienza el ritual que no se permite ser interrumpido por ningún llamado telefónico. Un fax comienza a desplegarse desde el despacho en el primer piso, se cae y rueda por la alfombra la primera hoja de lo que parece ser un contrato en cuya parte superior aparecen las iniciales de la MGM.

Wednesday, March 04, 2009

La Queja



Buen día señorita. Buen día. Sí, dígame qué se le ofrece. Mire, yo vengo porque tengo una queja. Me imaginé, por ese motivo viene todo el mundo. Verá, me llegó un post it donde se me informa que tengo que enamorarme de un hombre casado. Aja. Y bueno, yo vengo a protestar porque me parece que hubo un error. A ver, permítame el post it. El hombre tomó el papel, la carpeta de envíos con carbónicos de los originales y remitos firmados y dijo: No… post it azul, categoría “Infieles”… la fecha está bien… la destinataria es usted. Pero escuche, yo no necesito vivir eso, ya pasé por algo similar y créame que con una experiencia es más que suficiente. No hay nada que pueda hacerse señorita. El hombre detrás de la ventanilla, se puso en puntas de pie y asomándose por encima de la mujer gritó: ¡el que sigue! ¡Señor, espere un segundo a que le explique! A ver. Yo… no puedo... de vuelta… ya, yo… ¿Me está intentando decir lo mismo? ¿Y si sale mal? ¿Y si sale bien? Es que. Mire, entiendo lo que siente, pero lo escuchamos todos los días de la gente que se presenta en esta oficina, ¿ve ese señor apoyado en la columna? Hace tres días que está ahí reclamando el por qué de la quiebra de su empresa, ¿ve aquella señora? No logra asimilar que tiene que abandonar a su familia e irse con otro hombre quince años más joven, y ni le cuento de ese muchacho al final de la cola, todo un reincidente, ¡a usted sólo le toca un hombre casado y se queja! ¡Qué barbaridad! Pero… ¿todo eso otra vez? Evidentemente hay algo que usted no aprendió. ¿Y cuánto durará? Eso depende de cuándo capte el asunto y lo supere, dígame ¿usted es dura para aprender?, interrogó golpeando su puño cerrado sobre la mesada. Y, si me vuelve a tocar lo mismo asumo que sí… ¿realmente está seguro de que no es un error?, expuso con voz débil y quebradiza. Segurísimo, además, no nos creamos Dios tampoco, por algo son las cosas. La señorita recuperó su papel, lo releyó y murmuró: está bien. Suspiró al tiempo que tomaba su cartera apoyada encima del mostrador y se dio media vuelta resignada. El empleado volvió a decir: ¡el que sigue! Y tachó con resaltador azul el caso en su cuaderno. Al salir por la puerta, la señorita se cruzó con el hombre casado en cuestión y al saludarlo, supo que él estaba allí para desaprobar el post it azul que le habían hecho llegar oportunamente; éste decía: "tendrás una amante". ¡Mirá que coincidencia! ¡Vos viniste por lo mismo!, y a continuación reforzó la idea de que se trataba de un absurdo malentendido. La mujer lo escuchó atentamente: cómo explayaba, sumamente convencido, el argumento de que todo sería al divino botón, ¿para qué? ¿Cuánto tiempo podríamos durar nosotros juntos?, su índice derecho bailaba entre los dos. Somos agua y aceite, mejor dejar todo como está… vos, yo… escuchame… ¿vos, yo? y toda una sarta de explicaciones. Entonces ella, que ya estaba bajo los efectos de su propio post it, le arrebató el papel, lo hizo un bollo arrojándoselo en la cara y se fue llorando. Y así fue que la aventura nunca sucedió. Detrás de la escena, el hombre del mostrador sonreía mirando todo en puntas de pie.

El Contador

Nota: Este cuento fue seleccionado como finalista en el Certamen de Cuentos Cortos del Centro Cultural Julio Cortázar (diciembre 2008) y pronto formará parte de una antología de sólo diez relatos breves, junto a los demás elegidos.

Fue realmente una contrariedad. Cada vez que lo recuerdo… ¡pobre Simón! De verdadera vocación, mi amigo Simón era un contador. Y encima los medios no lo ayudaban, porque la tendencia de esa década, me acuerdo clarito, era la que los entendidos denominaban “didáctica”. Al principio no fue nada grave, a lo sumo Simón llegaba eventualmente tarde a algunas citas, no mucho más. El tema fue cuando la cosa empeoró. Pero tal vez convenga explicar lo que le sucedía: mi amigo Simón era un preso de las enumeraciones. Cada vez que oía una conversación ajena en donde, por ejemplo, una señora en el tren le decía a otra: “hay tres cosas que me molestan soberanamente de mi marido”, él tenía que enterarse las tres, no le importaba si se pasaba de estación o si las personas se daban cuenta de que estaban siendo escuchadas por un “metiche”, él debía saber sí o sí cuáles eran esos tres puntos. Ya de chico, en el colegio, se le había dado por eso. Me acuerdo del día en que lo mandaron a dirección por irrespetuoso. Otro amigo nuestro, Jorge, le repasaba a Simón todos los campeonatos de River cuando la maestra les llamó la atención por primera vez. Simón no le dio importancia y le insistió a Jorge que prosiguiera. Y mamita la que se armó. Era como si no pudiera esperar al recreo, se obsesionaba con tener la enumeración completa de inmediato. “Completa” ahora me acuerdo lo que dijo el psicólogo al respecto, pero no me quiero adelantar, vayamos punto por punto. Simón fue envejeciendo y con esto la maña se le instauró agravándose. Cada vez que salíamos a tomar un vino y él conocía a una chica, se presentaba de la siguiente forma:
“Uno, me llamo Simón Zahl (¡Gran paradoja dirán ustedes!); dos, soy contador recibido en la Universidad de Buenos Aires; tres, trabajo en Retiro; cuatro, soy hincha de San Lorenzo y cinco, vivo en Almagro”. Esto bastaba para que la mujer se diera media vuelta y a otra cosa. Así fue que se quedó soltero, pobre Simón.
Los primeros síntomas de su empeoramiento los relató él en primera persona. Cuando con los muchachos le recriminábamos, por ejemplo, su impuntualidad de horas, él nos decía:
1) “Es que en el canal de cocina estaban dando una receta de veinte pasos y…”
2) “Me prendí con un documental sobre la Historia Argentina de los últimos cincuenta años y…”
3) “Lo que pasó es que en la radio, justo antes de salir de casa, una animadora infantil relataba los ítems que se deben tener en cuenta para hacer una fiesta inolvidable y…”
A esto voy cuando digo que los medios no ayudaban, todos habían adoptado la metodología de que para que el receptor entendiese bien el mensaje, era menester hacer enumeraciones o a lo sumo, utilizar el sistema alfabético. Sí, Simón sabía de muchas cosas, pero el colmo de los colmos fue cuando nos dimos cuenta que estaba acumulando conocimientos que para él no eran demasiado útiles: como los procedimientos de depilación con cera por citar uno, entonces hicimos una intervención y lo llevamos a un psicólogo. Y ahí viene la palabrita “completa” que me guardé al principio. El experto nos explicó lo siguiente: “Se trata de una persona que no está “completa” en ningún sentido, por eso evita dejar las enumeraciones interrumpidas, las cuales evidencian latentemente la falta de algo, la ausencia de una parte primordial”, y le aconsejó que no mirara más televisión. Apesadumbrado, con el paso de los días, Simón tomó una decisión terrible: quitarse la vida. Para no fallar, buscó las instrucciones en un libro especializado que enumeraba los diferentes métodos señalando aquellos más eficaces. Afortunadamente fue así que cuando terminó de leer el último punto, se sintió completo y satisfecho y abandonó aquel manual y esa oscura idea. Cuando murió, de causas naturales años después, nosotros pedimos tres deseos enfrente del cajón como dicta la costumbre de nuestra ciudad, ¡cosa de locos! Jorge expuso el primero, luego el segundo y no llegó a decir el tercero cuando entró el cura a bendecirlo. Entonces yo, que lo conocía mucho, le solicité al padre que esperara y lo incité a Jorge a que concluyera. Ustedes me van a decir que estoy demente, pero yo vi a Simón primero, puntualmente guiñarme un ojo, después cerrarlos para siempre y, por último, irse sumido en “completa” paz.