Friday, March 31, 2006

El último de los Intentos

Me despiertan, me adormecen, me pegan, me calman, me enloquecen, a veces me hacen suspirar y otras no me dejan siquiera respirar. Transpiro, me muero de frío, me iluminan o me dejan en la sombra permanente como si tuviera una nube de tormenta encima. Todo en cuestión de minutos. Hacen lo que quieren conmigo. Es imposible intentar controlarlos. Es una completa situación política y también social en la que no ejerzo autoridad alguna sobre ellos. Anarquía. Libertinaje. Descontrol. Subestimación de mis capacidades coercitivas. Mis truncos Intentos yacen agotados y exasperados arriba del sofá de mi condición. Y pierden una vez más esta guerra. Salen vencidos de la lucha. Se retiran. Mis Intentos se retiran cabizbajos. Han perdido a varios en el camino y toman la sabia decisión de volver a prepararse para poder salir en algún momento de nuevo al enfrentamiento. ¿Qué será que tienen Ellos, Los Otros? ¿Será que están mejor preparados? ¿Qué tienen más armas? ¿Qué tienen mapas para hacer efectivos sus recorridos y aniquilar a Los Intentos agarrándolos desprevenidos? ¿Sabrán exactamente los puntos franqueables y les darán en el blanco? Ni una batalla ha sido ganada por los jóvenes Intentos. Y eso que se han entrenado con vehemencia.
Hubo meses de negociaciones. Las mismas trataban de buscar una salida pacífica a la crisis y fueron llevadas a cabo en la Convención de mi Supervivencia, en agosto último. Pero meses más tarde, doce Intentos murieron en un tiroteo entre soldados y francotiradores de Aquellos Otros en una manifestación llevada a cabo por los primeros, en un momento de subversión exacerbada que condujo a la dolorosa pérdida de los compañeros que hoy yacen en el cementerio de Mi Memoria.
Días posteriores, Los Otros amenazaron al Hartazgo con represalias por la presunta intromisión en el asunto. Aparentemente, este último trataría de convencer a los Intentos de abandonar la causa dejándole lugar para que el Hartazgo prevalezca y así cerrar una larga historia de tires y aflojes. El Mayor Hartazgo sostiene que se vive dentro de un “estado terrorista” haciendo alusión a la tortura y a las armas de destrucción masiva de las que se valen los Aquellos.
Una gran batalla toma lugar entre soldados de los Unos y tropas de los Otros. El ejército hace un control en el que mueren siete civiles. En el frente sur, las tropas del Hartazgo se enfrentan al ejército poderoso. En el norte, los paracaidistas de este bando preparan el terreno para iniciar los combates contra las fuerzas desplegadas en la zona que intentan impedir su conquista. Lógica maquiavélica la de los Otros: aborrecen el avance de los Intentos, de cualquier Intento pero también la idea de que éstos se rindan de manera definitiva. Incoherencia que se sustenta en el placer de ver sufrir al otro, o más bien en la satisfacción de verlo a su merced.
Seguido a eso, las tropas de los más fuertes entran de manera invasiva. Patrullan y comienzan a sembrar Saqueadores de Instintos por doquier. Se trata de milicias camufladas que realizan secuestros dejando el escenario pelado de toda Percepción (pequeña célula que puede prevenir tragedias). Inmediatamente, unidades de la Guardia Salvate-Stavez se dirigen hacia al centro norte del continente para reforzar la línea defensiva. La coalición Otros-Instintos se sitúa a menos de 10 kilómetros de ahí.
El Jefe de Gobierno reconoce la situación de anomia total. En su discurso del día de ayer al mediodía adelantó que probará con un último Intento y dictará un ultimátum de 72 horas dirigido a los Aquellos Otros, dándoles a elegir el exilio o la guerra, al tiempo que coloca a todo El Sistema Nervioso en alerta roja ante posibles ataques en el término de ese plazo. El elegido Intento está siendo preparado y circuló la noticia de que ha sido alistado y vestido por su propia esposa y despedido durante horas por ella y sus dos hijos. Se trata de un joven combatiente quién en el final de sus veinte años no ha dudado en hacerse cargo de semejante petición y responsabilidad que no es moco de pavo, para nada. El Jefe gobernante lo ha dotado de una grandísima y dorada medalla. Es el orgullo del pueblo. Su mejor amigo le ha lustrado el calzado y sus compañeros lo han levantado conmemorándolo antes de su partida. Llevará con él un bagallo lleno de recuerdos, porciones de trayectoria y dosis de melancolía de los llamados Buenos Tiempos que disparará como último recurso ante el avance enemigo aniquilador. Su comida ha sido racionalizada para las cronometradas 72 horas. Se ata los cordones de sus borcegos, se pasa lo último que le queda de gomina en su frasco de Lord Cheseline, se cuelga su mochila de acampar y besa a cada miembro de su familia en la frente. Y ahí parte, caminando lleno de esperanza y fuerza, que no es sólo suya sino de todo un contingente que lo mira desde las puertas de sus casas. El atardecer de fondo, el polvo de la tierra que de a poco se levanta provocando el semi giro repentino y la mano que le cubre los ojos, una música lenta y como de despedida que nadie sabe de donde salió, su birrete que apenas tiembla con el viento y la sensación de inquietud que desvalija mezclada con el anhelo del regreso triunfante que infla el pecho y lo llena de dudas. Y es que esto no pasa todos los días, años de guerra nos desafían nuevamente ante la penumbra de la partida, después de tanta pérdida, volver a levantar al desgano de ese colchón pulgoso en el que duerme y cachetearlo para que sonría de nuevo. Para que sea positivo una vez más y se olvide su prefijo adentro de un cajón bien enterrado. Mientras tanto ahí se va, caminando seguro y petulante en el buen sentido, masticando resabios de venganza por la ausencia de sus compañeros y medio sonándose los nudillos amenazante, ahí se va entonces señores, el último de mis Intentos.

1 comment:

Virginia Curet said...

tristes pero también por ahi se filtra un poquitito de eso, de lo esperanzador, como un agujerito en el bolsillo reversible.