Monday, March 13, 2006

Las Despedidas

Ahora que el mayor se casa se nos viene como un hipo abrupto esa sensación de estar los cuatro paraditos y en orden cronológico al borde de un precipicio. Y ahí la pregunta: ¿quién sigue?. A él siempre le pasaron primero las cosas y tuvieron ese gustito a inauguración de eventos en la vida consanguínea que te seca la boca y te enaltece pero con pequeñas manchas de un temor que significa dar ese primer paso original para que los menores sigamos después su pie derecho. Muchas despedidas. Cartas a los doce y figuritas basurita pegadas sobre madera como souvenir por si las dudas extraña durante alguna noche cordobesa. Verlo a los trece en el muelle de Río Santiago. Observarlo desde un ferry que se aleja de su interrumpida infancia con lagrimones en los ojos dentro de un paisaje de birretes blancos que no logran asentarse en las cabezas de dibujitos animados. Seguir a los dieciocho la desaparición de su cuerpo por la escalera mecánica hacia un extranjero, como si esa lejanía significara de alguna manera la pérdida absoluta. Vivirlo primero para hacerlo nosotros después. Ahora que el mayor se casa, quién sigue. Armar sus cajas en la súbita mudanza de sus veintiséis y decime porqué te querés ir si acá está todo bien, si siempre los seis o acaso no. Enojarse primero para hacerlo nosotros después. Entonces ponemos los platos sobre la mesa y porqué tardan tanto en sentarse, parece que cuando la comida está lista todos desaparecen qué lo tiró. El frasco con el queso rallado que nunca es suficiente. Los primeros platos salen llenos y los últimos casi que hay que completarlos con sandwichitos de salame. Y una vez más el mal cálculo. Es la única fórmula matemática que nunca se valida. Pero con esas caras ya no hace falta que me cuenten cómo la pasaron anoche. La prelación maternal por los almuerzos familiares se limpia las manos en el repasador. La división de los géneros es una cosa prehistórica, ya no se usa eso. La lucha prolongada un mes antes de la ocasión: decime porqué yo no puedo ir a la despedida de mi hermano, si me aguanté a los tres toda mi vida explicame porqué tengo que ir a la otra. El ritual masculino del desbande, eso no podés ver, justamente eso. La afeitadora que le quita virilidad y le pone gracia, ese es tu castigo cabezón. Salir en traste por la nueve de julio, un beso a una vieja y un saludo al policía y la caravana que lo sigue y los peatones que aplauden. Levantar la cabeza del balde y reconocer en todos ellos a los otros dos riendo y palmeándolo por la espalda. Ahora la mota negra en tu cabeza, te vas a morir de calor cabezón. Y entonces yo con ellas, que caigo en la cuenta de todo y pierdo el equilibrio y entonces agarrame del brazo que mi hermano se casa. Se estarán zarpando con él segurísimo dice la novia, ojalá que no le tiñan el pelo. Y de nuevo en la mesa, con la luz sabia del sol, el que rompe el silencio es el viejo: ustedes desconocen las propiedades de la química. Se lo podía teñir, desteñir con agua oxigenada y volver a teñir de su color, mientras marea un poco su vaso de vino tinto. Además lo tendrían que haber rasurado en franjas. No lo teníamos así. Tu padre ha hecho cada cosa de joven nena. Mi relato tratando de transmitir la indignación ante la abstemia de todas en la fiesta, sin ánimos de vilipendiar. Tres sorbitos de un aperitivo no son nada flaca, tenés que tomar más, se supone que es tu última noche como soltera. La más audaz interviene. Que pida profilácticos por la calle. Guau, todo un tema. Ella se acerca a los oídos y toda vergonzosa vuelve mostrando uno a lo alto. Y media copetín baila con un mismo pasito todos los estilos de música, qué contenta que estás. Y en la madrugada, en el humo los vemos venir. Acaso esa cosa semidesnuda es él me pregunto. Y los veo a los tres en medio de los otros. Qué bueno que vinieron. La túnica se levanta y se le ve el culo. La última vez que se lo vi tenía ocho. Está todo pelado guacale aunque peludo guacale. Y está feliz pero también ebrio y cuánto le dieron de tomar. Lanzó durante la primera hora, decí, sino estaría arruinado, miralo cómo salta, ese colaless es un desastre y es de cuero argentino. Los brasileros andan así por la vida y nadie les dice nada así que no se burlen che, yo lo hago por el Mercosur, habrase visto. Más brindis. Como dos personajes de obra de teatro barata se encuentran en el medio del salón y a mí me hicieron subir a un bondi con toda la gente le dice todo forofo mientras le acomoda un mechón de pelo sobre su oreja derecha, y yo tuve que buscar un preservativo, le palmea el gluteo izquierdo. Y de nuevo en la mesa por qué no me cortás una lonjita de salame por favor. Tres colchones en la casa de los viejos y una cacerola al lado de cada uno. ¿Todavía tienen ganas de almorzar? El viejo que dobla su servilleta en un exacto cuadrado, la pone debajo de su copa, contame de tu vestido princess. Asomo los ojos de la compotera con dos bochas de helado, es una especie de merengue verde agua pa. La vieja que quiere entrar a la fiesta con una palangana, fluye Providencia por sus poros. Lo mejor está en el cuarto. Risas. Yo sí tomo vino porque yo estoy bien, y esta es la prueba. Salud muchachos, sonrío irónicamente y disfruto sus caras de asco. El perro loco pasea solo por el barrio pero siempre vuelve. De fondo el disco de las paraguayas políglotas resulta ser el mejor antídoto ante la música que compone la gallega esa. Me depilaron todo estos hijos de su madre, y no sabés cómo pica ahora. En el orden de la vida cuál es la regla, en algunas ocasiones todo se desbarata y gobierna la anomia, en otras en cambio, el curso de los acontecimientos es obediente y también están aquellos otros momentos en que el paso entre una circunstancia armónica a la otra es brusco y shockeante. Cómo se puede predestinar. No existen análisis de comportamientos o de tendencias. Las cosas les suceden a unos y a otros a veces nunca les suceden. Pero a él siempre le pasaron primero, como siguiendo con un mandato burocrático al pie de la letra. De nuevo esa sensación. Los cuatro paraditos al borde del vacío. Y ahora que el mayor se casa, quién sigue.

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